Para poder responder a la incógnita que le da el título al presente artículo, es imprescindible que antes conozcamos adecuadamente la fisiología de nuestros riñones.
Los riñones son dos órganos con forma de judía y del tamaño aproximado de un puño que se encuentran justo debajo de la caja torácica (costillas), uno a cada lado de la columna vertebral.
Los riñones son los órganos principales de nuestro sistema renal, que es el sistema encargado de la producción y posterior excreción de un fluido residual denominado orina, que se produce a raíz de la filtración y la depuración de la sangre.
Fisiología del sistema renal
El sistema renal tiene un importante papel en la formación de la orina, pero también son responsables de otras funciones muy importantes, entre ellas la regulación del equilibrio del medio interno del organismo (homeostasis), controlando el volumen de los líquidos extracelulares, la osmolaridad del plasma sanguíneo, el balance de electrolitos y el PH de la sangre.
Tal y como se puede apreciar en la fig.1, en el riñón humano pueden distinguirse dos áreas diferenciadas, una zona externa que se llama corteza renal y otra interna que recibe el nombre de médula renal.
Si nos adentramos en la médula renal, podremos observar que esta contiene entre 8 y 18 estructuras de forma cónica que se llaman pirámides renales (también llamadas pirámides de Malpighi).
En el vértice de cada pirámide se encuentra la papila renal, que actúa como receptora de la orina fabricada y la transporta al cáliz renal (mayor y menor), dónde será transportada al uréter.

Si hacemos un pequeño zoom en una pirámide renal, encontraremos la unidad funcional del riñón: la nefrona.

El funcionamiento de la nefrona está basado en un intercambio de sustancias entre el interior de la nefrona y las arterias circundantes. Dicho intercambio comienza cuando el plasma sanguíneo cargado de residuos (color rojo) ingresa a la cápsula de Bowman.

La Cápsula de Bowman contiene un conjunto de capilares sanguíneos de tipo fenestrado llamado glomérulo renal que facilitan el intercambio de sustancias y el filtrado de la sangre cargada de residuos.
Desde la citada cápsula de Bowman, el fluido filtrado pasa entonces al tubo proximal en el cual se realiza la filtración primaria donde el sodio, agua, aminoácidos y glucosa se reabsorben parcialmente debido a la composición semipermeable de las paredes.
El conjunto de la cápsula de bowman + túbulo proximal recibe el nombre de Corpúsculo de Malpighi.
A lo largo del recorrido desde el túbulo proximal hasta el tubo colector, el fluido sufre absorción de sustancias y también el vertido de otras.
Estos cambios se producen en distintas secciones como son el ya mencionado tubo contorneado proximal, así como en los tramos descendentes y ascendentes del Asa de Henle y en el tubo distal.
Los iones de calcio y potasio, así como el exceso de agua y otras sales (desperdicios), van a parar al conducto colector, dónde posteriormente se dirigirán a la papila renal.
Dietas hiperproteicas y daño renal
A lo largo de décadas y aún a día de hoy, el debate entre la ingesta excesiva de proteínas y sus efectos a nivel renal sigue en pie en la comunidad científica.
Cierta parte de la literatura científica reporta que la ingestión excesiva de proteínas da como resultado un daño al sistema renal que se ha podido demostrar consistentemente en pacientes con enfermedad renal crónica (ERC), ya que en estos pacientes la ingestión elevada de proteínas acelera la progresión de la enfermedad.
Sin embargo, aún no se ha resuelto la incógnita sobre las consecuencias que la práctica de este tipo de dietas puede llegar a generar en la población sana en el largo plazo.
Diferentes autores reportan la elevación de la tasa de filtrado glomerular (TFG) como efecto principal a corto- medio plazo a nivel renal fruto de la práctica de este tipo de dietas hiperproteicas (DHP), lo cual es el primer paso para el desarrollo de ERC.
No obstante, otros autores han reportado que dicha elevación de la TFG es simplemente una oportuna adaptación fisiológica, sin mayores riesgos para la salud.
En otras palabras, decir que las dietas hiperproteicas son perjudiciales para el riñón porqué
elevan el TFG es como decir que hacer deporte es perjudicial para los pulmones porqué se produce un incremento de la ventilación pulmonar y del trabajo de estos órganos.
No obstante y un punto importante que debe considerarse es que los efectos debidos a la práctica de este patrón alimentario no son los mismos cuando se realiza a corto y medio plazo
que a largo plazo.
Y es que, en base a la información recabada, no hay un aparente riesgo de afectación de la función renal con el seguimiento de una dieta hiperproteica por parte de adultos sanos a
corto-medio plazo.
No obstante y para terminar, es importante tener en cuenta que el periodo de seguimiento de los sujetos que siguen estas dietas es, en general, corto, por lo que quedaría por establecer si el consumo prolongado de dietas con elevado contenido en proteínas puede llegar a afectar a la funcionalidad del riñón (aunque todo parece indicar que NO).
Por todo ello, es preciso entender que se necesitan más estudios e investigaciones que se dediquen al estudio del efecto de las dietas altas en proteínas en el largo plazo y en personas sanas (y deportistas).
IMPORTANTE
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Fuentes bibliográficas
[1] Martin WF, Armstrong LE, Rodriguez NR. Dietary protein intake and renal function. Nutr Metab (Lond). 2005 Sep 20;2:25.
[2] Schwingshackl L, Hoffmann G. Long-term effects of low-fat diets either low or high in protein on cardiovascular and metabolic risk factors: a systematic review and meta-analysis.
Nutr J. 2013 Apr 15;12:48